Padre Javier Perelló en la Iglesia San José

Padre Javier Perelló en la Iglesia San José

La avaricia que transforma el corazón y nos separa de la unión de hermanos

Homilía del padre Javier Perelló

31/07/22 11:18 | Locales

“No todas las cosas que nos gustan dan lo mismo. No es lo mismo comer algo que poder compartir con la familia. Es un bien más grande. El dinero es necesario e importante en nuestra relación para el comercio, pero no es más importante que nuestra familia. A veces el dinero es más importante que las personas. Este es el caso de los hermanos del evangelio, que le pedían que interceda ante una pelea de hermanos por una herencia. Jesús no se metió, siendo que resolvía casi todos los problemas que se le presentaban. En estos casos no dice nada, porque estaban metiendo la pata, porque aparece la avaricia en el corazón, y esto es pensar en uno mismo, porque deja de importarte la necesidad ajena. No compartirlo con nadie.

El que pone los ojos en una riqueza solamente, no tiene la vida asegurada, porque no dependemos de nuestra riqueza, sino de Dios, y muchas veces las hay cosas que no podemos cubrir con dinero, y hay gente que no acepta que le paguen porque da sin interés. El dinero no sirve para todo. No le podemos pagar a nuestros padres. Todo lo que han hecho por nosotros. No tenemos que ser tan ambiciosos, y pensar en uno solamente. Un rico puede pensar todo el tiempo en su riqueza, y solamente ser rico en este aspecto, pero un pobre que piensa todo el tiempo así se puede transformar en un avaro.

Dios no reprocha, pero debemos pensar que podemos morir, y que todo lo que acumulamos no nos servirá luego, porque no nos llevamos nada. Que nos vaya diez veces mejor, para colaborar en la sociedad para ser mejores y construir juntos. Esto es lo que debemos pensar. El problema es la avaricia, y la invitación de Jesús es tener un corazón justo y generoso: compartir lo que hemos recibido y que aprendamos a dar con el fruto de nuestro trabajo y de nuestra riqueza.

Uno se hace rico de aquello que comparte, si comparte poco, será rico de pobreza, y si comparte mucho, se hará rico de abundancia. Es esa forma en donde aprendemos a ser justos y agradecidos delante de Dios. No es malo disfrutar de los bienes, siempre y cuando no nos aferremos y dejemos de compartir, transformándonos en avaros que endurecen su corazón y se separan de sus hermanos'.

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