Iglesia San Jose
25/12/22 15:43 | Locales
“La discrepancia del primer hombre y la primera mujer: Cuando no hay comunicación, todo queda desordenado y a la deriva. Vemos como todo se cae, cuando no sabemos escuchar ni tampoco comunicar. Se va destruyendo algo que podría haber sido hermoso. Terminamos por aislarnos, o por quitarle la palabra al que piensa diferente o no comparte mis ideas.
La Navidad supone un proceso de aprendizaje, especialmente en la manera de entrar en diálogo con Dios. El verbo se hizo carne, invitando a que nosotros seamos testigos de eso, a pesar de no ser reconocidos, aceptados y comprendidas, aún así sigue sirviendo para todos aquellos que tienen la voluntad y decisión de comunicarse con Dios. El verbo se hizo carne, y esto, que fue enunciado desde el principio, siempre dará vida.
La Navidad nos invita a considerar que no escuchamos muchas veces, en nuestros monólogos, las necesidades ajenas. Es brillante, porque nos enseña a relacionarnos con Dios y con los demás. En primer lugar, porque nos pone enfrente con un bebé, que se vuelve atrayente para que aprendamos dialogar con la simpleza. Nadie le haría caso a un niño, porque consideramos que no ha vivido y que no sabe nada porque no pasó por nada. Los adultos somos de creernos todo y saberlo todo.
El diálogo con Dios nos pone en el lugar de escucha como aprendizaje, sobre todo frente a un niño, que existe en nuestra cercanía, que no nos reclama ni nos juzga, sino que solamente quiere que nos acerquemos a él, con la aceptación nuestra sobre la presencia de Dios, que renueva y saca lo mejor de nosotros.
Una invitación a vivir la condición humana como hijos, apreciando la bondad de nuestro padre. Es un proceso de aprendizaje para profundizar en el diálogo, preparando nuestro corazón para aprender a oír, descubriendo la grandeza de la pequeñez, en la humildad y la sencillez'
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