Padre José Maciel
04/06/23 8:37 | Locales
“En el antiguo testamento, ver a Dios significaba algo temible. Sin embargo, en esta ocasión aparece como un Dios bondadoso y compasivo, lento para el enojo. Esto se consumó con la encarnación y venida de Jesucristo. Es un Dios que nos ama, nos tiene paciencia y nos espera ante un pueblo obstinado, ante el cual Moisés hace de intercesor: daba detalles y aún así no se convertían.
Si Dios nos tiene tanta paciencia, debemos hacer lo mismo por los demás. Juan XXIII decía algo muy lindo: Dios Padre no aniquila al mundo porque Jesucristo antepone su sangre y su pedido. Se pone en el medio de sus designios. Es una imagen muy linda. En primer lugar hay que darle gracias, pero también pedirle perdón, por todas las torpezas que cometemos a diario.
En la segunda lectura dice que nos alegremos. Esto puede parecer una broma considerando todo lo negro que pasa todo el tiempo. Pero no es así. Hay motivos para alegrarse. Hay que permanecer trabajando, alegres y en el camino de la perfección, con todo el esfuerzo día a día de la conversión diaria. No vamos a ser plenamente perfectos, pero vamos a progresar y a ir encajando cosas en nuestra vida. Hay que interesarse por el otro, desde un simple saludo, que hace tan bien, hasta un gesto de amor grande. Hay cosas que parecen tontas pero no lo son tanto, porque nos hacen bien.
Dios es familia. No es ningún solitario. Nosotros debemos ser un reflejo de la Santísima Trinidad. Anunciar que Dios es amor no es una frase construida, sino que es la razón de ser de la Iglesia: es algo concreto, que se hizo así por Dios, que siguió apostando por el hombre a pesar de todo, hasta entregar a su propio hijo. Tenemos un don inmerecido de antemano, y a pesar de todas las cosas negras que nos suceden, debemos volver a eso: Dios nos ama, nos redime y nos quiere dar hoy su paz y su bendición. Este es el misterio que nos atraviesa”
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