Padre José Maciel
18/06/23 10:52 | Locales
Jesús es el gran misionero del Padre, por antonomasia. El primero y el más importante. Recorría toda la región, con compasión por las ovejas que estaban abandonadas, sin pastor. Pero redirigía principalmente a los pobres de espíritu, porque aquellos que lo tienen todo no le importa nada, ni mucho menos que Jesús los llame o se interese por ellos. Los pobres del espíritu son los que se abren a su gracia y se entregan a lo que él quiere.
Un Dios que tiene compasión por nosotros, y que muere de amor. No hace distinciones: abraza a todos, y quiere que todos lleguen a su corazón. Cuando se nos dice que tuvo compasión de ellos, es para quienes se abrieron a él y le expresaron sus necesidades. El rico no necesitó nada, y por lo tanto no se abrió a nada. La persona soberbia, que todo lo puede y no necesita de nadie.
La cosecha es abundante. Hay mucho que hacer, y esto no es solamente para sacerdotes y monjas, sino para cada bautizado, que tiene el deber de proclamarlo a él, que nos va a hacer rendir cuentas de aquello que no hacemos por fiaca, por holgazanes y por quedarnos con los brazos cruzados. Todos estamos llamados a proclamarlo y a entrar en comunión con él, que no da gratuitamente, sino que hay que trabajar. Por eso hay que comprometerse, y hoy esta es una de las grandes malas palabras, en todo sentido, no solo desde la Fe. Ponemos un montón de excusas, pero cuando necesitamos de Dios estamos.
El compromiso es muy importante, por ejemplo de rezar, para sostener la obra evangelizadora en la iglesia, y cada bautizado es parte de ella. Todos somos Iglesia. Cada tocado por el señor. Los apóstoles, en su época, no eran mejores que nosotros. Ni peores. Eran personas que tenían virtudes y defectos, al igual que cualquiera de nosotros. Pero Dios no se fijó en eso, sino en su corazón. Y ellos eran los más generosos, los pobres de corazón. El hecho es responder, y cada uno se debe hacer cargo de eso. La respuesta es personal, de cada uno de nosotros. La esencia de la iglesia es ser misioneros. Esta es nuestra misión primordial.
No hay que ver a un Dios lejano, distante y frío, sino mi amigo, mi papá que me escucha. Hay que pensar en qué imagen tengo de él, porque suele estar distorsionada, y tenemos que cambiar esa imagen que tenemos de él.
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