Padre José Maciel
23/07/23 10:27 | Locales
La paciencia de Dios. El libro de la sabiduría pinta muy bien lo que es el señor, que llama a la conversión, no al castigo. Ese es el Dios que vino a revelar Jesucristo. Si uno se queda solamente con el antiguo testamente, vemos a un tirano, alguien que corta cabezas, y que no sabemos si va a perdonar. Si nos quedamos solamente con esa visión es muy limitado. Jesús vino a revelar que en realidad mueve al arrepentimiento, a que las personas vuelvan a sentir el abrazo del perdón.
Ninguno es perfecto. Nadie lo es. Todos tenemos pecados, ni más ni menos. Y todos tenemos un talón de Aquiles, nuestro efecto dominante, que siempre nos hace caer. El enemigo está preparado para eso, para mirar en donde pinchar y hacernos caer. Parece que siempre metemos la pata en lo mismo. Nos quedamos anclados, y esto es lo peor que debe hacer un cristiano. Al caer, hay que levantarse, sacudirse el polvo, y volver a comenzar.
El pecador debe reconocer su pecado y pedir perdón. Nos cuesta aceptar ante el otro y ante Dios que nos equivocamos. Qué lindo es cuando realmente nos arrepentimos y somos depositarios de la gracia que él derrama sobre nosotros. Pero también es muy lindo cuando sucede con los hermanos. Con las parábolas Jesús explica esto, a gente sencilla, que no tenía instrucción, pero de esta manera lo entendía. Lo del sembrador y la cizaña, ellos lo tenían bien digerido la gente. Nos dice que llegará el tiempo de la cosecha, y cada uno dará cuenta a Dios de lo que hizo.
Como con la levadura, que se pone un poquito para que fermente toda la masa, así debe ser con el Reino: no importa la cantidad, sino la calidad. Si vamos mucho a misa, pero no estamos convencidos de que Dios nos ama y que dio su vida por nosotros, no sirve de mucho. La salvación de muchos depende de la fidelidad de pocos. Si hay uno que reza, Dios obra en muchos. Así crece el reino.
La intolerancia y el pesimismo son lo peor que le puede pasar a la iglesia. No toleramos nada ni esperamos nada en el mundo en estos días. Todo lo queremos ya. En cuestiones de la Fe no es así, porque no puedo manejar los tiempos de Dios, que obra igualmente en tiempos oscuros.
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