Fructificar los talentos

Fructificar los talentos

Invertir talentos sin despercidiar el tiempo de vida

Somos administradores y deberemos rendir cuentas. Invertir los dones

18/11/23 19:20 | Locales

“Jesús asciende a los cielos, y este es el momento de la Iglesia, hasta su segunda venida, en donde pedirá cuentas de lo que hemos hecho con nuestra administración. Porque somos simples administradores de lo que hemos recibido, hasta de nuestra propia vida. ¿Cómo vivimos lo que se nos transmite? ¿Cómo lo transmitimos? Al presentarnos ante él, pedirá cuentas a cada uno, y de eso no se salva nadie, y nadie se podrá excusar.

Todos hemos recibido dones gratuitos de Dios. Más o menos, pero todos recibimos. Debemos atender al ejemplo que nos presenta el evangelio, del egoísta que enterró su talento porque tuvo miedo. No tenemos que tener a Dios, sino el temor de separarnos de nuestro Padre y su amor, que se derrama sobre todos nosotros. No debemos servir a Dios por miedo, sino por amor. Él no es un déspota, tirano que cortaba cabezas. Si alguien dice esto, está completamente equivocado. Es rico en misericordia, y también justo, que pedirá cuenta a cada uno de nuestra administración.

Lamentablemente en la iglesia tenemos gente así, que entierra sus talentos y se excusa por todo, diciendo que no puede por cualquier excusa. Siempre buscamos excusas para todo y para todos. Es a Dios a quien servimos. Debemos saber que tenemos talentos para dar. No somos perfectos, pero podemos pedir perdón. Hay que rescatar la actitud de los dos primeros, que dieron frutos y los fructificaron.

Debemos preguntarnos: ¿Qué nos está pasando a los seres humanos? Hemos perdido la paz, la alegría, la esperanza, la confianza en Dios. Esto es algo terrible. Él tiene la última palabra, no ningún político, ni el papa, ni un obispo. Hay que fructificar los talentos que tenemos, pidiendo también el don de la palabra, de la Fe, de la alegría, del servicio. Ahí está. De esta manera fructificamos.

Hacer por amor, y hacerlo bien, por más humilde, pequeño o rudimentario que sea. Ahí está el sentido último de la santidad, y todos estamos llamados a ser santos, de una u otra manera, ejerciendo los talentos. No conocemos el día ni la hora, pero debemos estar en vigilancia. Tarde o temprano nos llamará, y debemos rendir cuentas. El tiempo es un don de Dios, y no hay que desperdiciarlo. Buen uso de todas las cosas, sin excusas: no es que no podemos. No queremos”

Notilagos

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