Chusma satánica

Chusma satánica

Chusma satánica en General Lagos

Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia

15/08/14 10:30 | Sociales

Había un hombre que recientemente se había mudado al pueblo. En uno de esos días en que circulaba por las calles, se dio cuenta, de repente, que lo seguían. Cada vez que se daba vuelta, aparecía alguien, mirándolo. Esto no lo asustaba, porque sabía que era gente buena, en definitiva.

Lo interesante era que siempre se trataba de una persona distinta: hombres, mujeres, chicos, ancianos; cualquiera.

En una ocasión, saliendo de un supermercado, estaba cargando las bolsas con las compras en el auto. Eran muchas, y estaban cargadas. Llevaba en su boca un cigarrillo, y tenía, además, un pantalón color rojo. Se detuvo un momento: una vieja lo estaba mirando, fijamente. No lo saludó, no le habló; simplemente se limitaba a mirarlo. La ignoró, y subió al auto, arrancando el motor.

Llegó a su casa. Se bajó del auto. Era mediodía, hacía calor. Se quitó la remera un momento. Se quedó así un rato. Miró hacia su derecha; alguien lo estaba mirando. Era un hombre, que lo miraba fijamente. Esto lo molestó. Intentó saludarlo, pero el desconocido no respondió. Esto le molestó mucho. Siempre había alguien observando.

Volvió a ponerse la remera, y se metió adentro, en la comodidad de su casa, con las paredes que, al parecer, separaban su vida privada de la chusma del pueblo. Era demasiado tarde.

Alguien de los que lo miraban fijamente, cualquiera de toda esa chusma bárbara, comentó a un comerciante acerca de esto. El comerciante lo contó en la peluquería. El peluquero contó después que el hombre no solo estaba metido en algo raro por su dinero y su auto, y las bolsas del supermercado, sino que además fumaba porro en la calle. Una vieja lo había visto con un porrito en mitad de la calle, cuando estaba por subir al auto.

Una vieja que estaba en la peluquería entonces, y lo escuchó todo, contó, en la panadería, que el hombre nuevo era homosexual, porque tenía unos pantalones medio extraños, y color rojo. Además, “no se le conocía mujer”. Ignoraba la vieja que, por ser estas épocas diferentes a las suyas, ver un soltero arriba de los treinta no significa nada, es muy común.

Una persona que atendía la panadería, pasó, luego de cerrar, por la gomería de la esquina, y le dijo al gomero y a sus amigos que el hombre del cual todos hablaban, era un completo degenerado. Iba sin remera por la calle, con pantalones provocadores, y que además, acosaba niños, porque estaba soltero, y era medio gay.

Al pobre hombre que nada había hecho, le construyeron una vida, acorde a la imaginación de la chusma asesina, que a nadie perdona, por no tener vida, no quiere que nadie más la tenga.

Siempre, en cualquier lugar del pueblo, en algún rincón de la localidad, hay alguien que nos sigue, a todo lugar, y en todo tiempo, para averiguar algo acerca de nuestra vida. Al darnos vuelta, siempre hay alguien ahí, detrás, mirando, esperando para saber.

Y, lo que no se sabe, se inventa.

Anónimo

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