Cristina

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Peligro: no se desestresa

El reposo casi absoluto que por diez días le indicaron los médicos que la tratan de su diverticulitis tiene a mal traer a la Presidenta.

16/11/14 11:36 | Nacionales

El reposo casi absoluto que por diez días le indicaron los médicos que la tratan de su diverticulitis tiene a mal traer a la Presidenta. Las jornadas en Olivos transcurren en medio de un tedio que la desasosiega. Todavía la perturba algún grado de dolor en la zona del colon sigmoides. La lucha de la Unidad Médica Presidencial (UMP) por desestresarla es ardua y tiene pocas chances de éxito. En el Sanatorio Otamendi hubo alivio cuando le dieron el alta: todavía impactan las exigencias y los obstáculos que les impusieron a los médicos tratantes para desarrollar sus tareas. Ya se narraron el domingo pasado las vicisitudes por las que pasó el jefe del Departamento de Imágenes, Eduardo Diez, al convencer a la enferma de la necesidad de administrarle medios de contraste para las tomografías destinadas a diagnosticar el origen de su mal.

En otra ocasión, desde la UMP hubo pedidos para que las maniobras de palpación en la fosa ilíaca izquierda de CFK se redujeran al mínimo. La palpación es una maniobra clásica del examen físico. En manos de profesionales competentes y experimentados, esa maniobra es indispensable para evaluar la evolución de la sigmoiditis y descartar la existencia de un compromiso del peritoneo secundario a una perforación, que es la complicación más temida de la diverticulitis. Para peor, la participación en el caso de la hermana presidencial, Giselle Fernández, que es médica, hizo las cosas aun más difíciles. El último episodio insólito ocurrió el domingo cuando, luego de leer en PERFIL la precisión de la información consignada en esta columna, exigió adelantar el alta, que estaba planeada para las últimas horas de ese día o las primeras del lunes.

Durante la internación de la Presidenta, hubo en Olivos una minuciosa inspección bromatológica y se determinó que el personal de la cocina trabaje con gorros, barbijo y guantes. Hay un dato terapéutico significativo a la hora de analizar las conductas de la jefa de Estado. Luego de la remoción del hematoma subdural crónico efectuada en octubre de 2013, se la medicó con un anticonvulsivante. Es una indicación de rutina que sigue a una operación de ese tipo, cuyo objetivo es evitar posibles convulsiones, eventualidad que es la resultante de fenómenos irritativos de la corteza cerebral secundarios a la cirugía. Con buen criterio, Facundo Manes le prescribió Valcote. Su idea era que lo tomara durante un año. La droga que contiene el Valcote es el divalproato sódico, que no sólo es un eficaz anticonvulsivante sino también un estabilizador de los estados de ánimo, por lo que se utiliza también en los trastornos bipolares.

Más allá de la discusión sobre si la Presidenta sufre el trastorno bipolar, lo cierto es que su hermana sí lo padece y que la jefa de Estado presenta cuadros de altibajos emocionales que la perturban y de los que su entorno tiene un claro conocimiento. Estos efectos del divalproato sódico sobre los estados emocionales de la paciente se notaron de inmediato, ya que sus episodios de furia disminuyeron sensiblemente. Desafortunadamente, el medicamento le produjo algunos efectos colaterales que la molestaron y le generaron un enojo tal que, de ahí en más, se negó a tomarlo. No hace falta abundar en detalles para demostrar cómo las consecuencias de esa decisión llegan hasta el presente.

Donde se logró un poco más de calma es en la economía, ya que el Gobierno parece haber encontrado en las últimas semanas una estabilidad relativa en torno a las dos variables económicas que más le preocupan: el acuerdo con los holdouts y el control del mercado azul en la City porteña. Un logro contradice el relato; el otro lo refuerza. Es, en verdad, una calma chicha. Desde el análisis técnico, es imposible cerrar un acuerdo con los fondos buitre sin que el Gobierno deba volver sobre sus pasos y echar por tierra las arengas tribuneras. Un economista moderado en sus críticas, que conoce las alternativas que se analizan para presentar una oferta consistente, explica la encrucijada: “Las condiciones están dadas para un acuerdo con todos los tenedores de bonos en los primeros meses de 2015. La oferta estará compuesta en su mayoría por bonos y una porción menor en dólares. El problema será generar una opción atractiva en cash como para permitirles a los holdouts recuperar lo gastado hasta aquí (abogados, costos de representación, etc.) agregando un plus que haga redituable la espera futura por la tenencia de los nuevos papeles, sin comprometer el nivel de reservas del BCRA”.

En el entorno de Kicillof dan por sentado el acuerdo, salvo que la Presidenta decida lo contrario. “Pronosticar la fecha del acuerdo no es tarea de un economista, sino más bien de un psicólogo conductual que pueda explicar los vaivenes de una dirigencia esquizofrénica”, se sinceró un funcionario de carrera del Palacio de Hacienda.

En cuanto al dólar, el Gobierno exhibe algunos logros temporales que le permiten obtener oxígeno. La baja en la cotización del blue se explica por un conjunto de elementos congruentes:

- El mejor clima, derivado de los rumores sobre un posible arreglo con los buitres.
- El dinero proveniente del acuerdo con China.
- La liquidación de los dólares que estaban en manos de las cerealeras.
- El lanzamiento de bonos en pesos atados al dólar como alternativa a la compra de divisas.

Los controles policiales estuvieron a la orden del día. Sin embargo, los más experimentados operadores del mercado están perdiendo el miedo. Hubo hechos desopilantes, como el allanamiento a la sandwichería Serapio, y el que ocurrió en una sociedad de bolsa, de donde los inspectores se llevaron unos sobres que contenían billetes que eran para pagarles a los clientes los cupones de los bonos que cotizan en dólares (una operatoria lícita). Al final, tuvieron que devolver la plata. Más allá de las anécdotas, la historia ha demostrado que los controles policiales nunca dieron resultados sostenidos en el tiempo. Es una historia de fracaso conocida que evidentemente el kirchnerismo no aprendió.

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