Jacaranda

Jacaranda

Como el jacarandá…

Una lectura para disfrutar...

12/10/13 15:51 | Sociales

Miro el jacarandá de mi casa… Cada mañana. Cada tarde. Tengo impaciencia de flores nuevas.
¿El tronco? Inmutable, seguro con su corteza leñosa. ¿Las ramas? Lucen piel nueva y, las más finitas recién muestran esos “botoncitos” que tardan en brotar.

El árbol se toma su tiempo. ¡Es primavera! ¡Vamos! Pero, ni antes, ni después.
La fuerza se orienta indefectiblemente a florecer y será en el momento justo.
¿Deberé aprender de él?

Su sabiduría programada naturalmente, no cuenta los días, sino la calidad cuantificada en energía. Agua, sol, nutrientes de la buena tierra… Y va a florecer como ramo gigante engalanando de rosa- alilado el jardín.

Capaz que se ría de mi impaciencia. Y es posible que yo transfiera otras impaciencias. Podría ser lo que espero y no llega; lo que estudio y no alcanza; lo que pregunto y no hay respuestas; lo que busco y aún no encuentro; lo que está mal y no tengo posibilidad de resolver; lo que disgusta y no sé cómo sacarlo de las partes del cuerpo que avisan con dolor…

Será que la inmediatez se hizo infinitesimal y entonces, todo se pretende ¡ya! Porque si no ¡fue!
Sin embargo, en esa inmediatez de cada instante, se juega la chance de ser y hacer.

Empecé a significar “ansiedad”, “angustia”, “impaciencia”. J.J.LOPEZ, psiquiatra, hace distinciones: entiende la ansiedad como la búsqueda de algo no concretado que implica miedo o falta de confianza en que se alcance lo buscado. Este miedo es combatico con la impaciencia. El no poder esperar, causa ansiedad y angustia, por el miedo a ser frustrado (una vez más) en aspiraciones y deseos.

Ansiedad sería un sentimiento de aprehensión o miedo persistente, pérdida del sosiego y capacidad de esperar con confianza y tranquilidad. Así, la ansiedad produce situaciones de agobio – estrés - que, a su vez, refuerzan el miedo.

En extremo, ubicaríamos los trastornos de ansiedad, donde la persona se inmoviliza, se paraliza, pierde la capacidad de decisión. El objeto de deseo es tan difuso que no sabe seguir…
¿Para qué entrar en un callejón sin salida? “Me muero por cambiar el auto”; “estoy loco por conquistar a…”; “quiero ganar ya!”; “que me diga de una: sí o no!”; “que llegue de una vez!”… Uno dos tres cuatro, cinco, seis, siete, ooocho, nueeevee, dieeez. A respirar hondo y… ¡stop!
El filósofo Xavier ZUBIRI, incorpora la dimensión de ”espectancia”. La espectación de lo accesible y lo inaccesible. Y, también advierte “Mi acto de voluntad es el que me dice cuál es la tendencia mejor, en un momento determinado. No es verdad que el hombre decide por lo mejor, sino que decide qué es lo mejor”. Entonces…

Para que distintos planos de la corporeidad no enciendan alertas rojas en el estómago, plexo solar, zona precordial, garganta…decidamos protegernos, cuidarnos más.
Si ansiedad, angustia, impaciencia, tienen como opción de salida la confianza básica y la ternura ¡hacia allá vamos!

Juan ROF CARBALLO -1967 - sostiene que “La ternura es ante todo adaptación a ese ritmo lento y, a la par, abundante, dentro del cual hace eclosión la vida. Es, fundamentalmente, desdén del tiempo, olvido de la prisa. En la caricia, el tiempo queda suspendido y su más profunda esencia radica en el acorde secreto, en el que se instala la espera”.

Las primeras caricias, los primeros cuidados al nacer, grabaron ciertas seguridades para realizar la vida. Nuestra realidad es vivir a diario, extrañeza de situaciones que apabullan, soportar la invasión del mundo por contenidos incongruentes, inexplicables, inquietantes y a la vez, la pérdida de ese “cobijo” socio cultural primero.

Acordarse de esa matriz, ya es una caricia interna. Se reedita, cuando en cualquier espera, en vez del enojo, la bronca, el insulto, la agresión, el ruido que es chirriante en mi cabeza, elijo la calma. Clarifico mi meta. Aprovecho la pausa para un pequeño beneficio. Confío en mí y en los sucesos que, más allá de mí, aseguran: lo que tiene que ser va a ser. Ni conformismo, ni dejadez, sólo aceptación, calma y trabajo protagónico.
Como mi jacarandá… Sigue tranquilo y se mece con el viento, la lluvia, mi mirada. Sabe, está seguro: va a florecer.

Graciela CAIOLA
Lic. en Cs. de la Educación

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