Javier Perello
13/06/21 10:26 | Locales
En una lectura interesante, explicó en su homilía que el evangelio trata sobre la mirada que tenemos de nosotros mismos, a veces pobre y a veces exagerada, con respecto a los vicios y a las máximas dificultades que se nos presentan en la vida espiritual de cada día, principalmente, con el orgullo y la soberbia, que todos debemos combatir sin distinciones.
«Creo que todos los corazones son orgullosos y soberbios, y a veces exageramos. No somos tan malos como suponemos, pero tampoco tan buenos. Nos parece que no crecemos en un aspecto, y nos enojamos y nos ponemos tristes, pensando en que no podemos combatir ciertas cosas. La lectura nos invita a vivir con mucha esperanza, con mucha positividad, amor y confianza en Dios, porque nosotros tenemos un conocimiento limitado de nosotros mismos, pero ignoramos que Dios nos puede transformar. Con la mirada puesta en lo que logramos, en lo que queremos, y en realidad el brote dará muchos frutos si se aferra a ese tronco, que es Dios, porque puede transformar esas realidades. Si estamos parados sobre nosotros mismos, él se aprovecha de esto, para enseñarnos, porque en este aspecto oscuro del corazón, él puede sacar cosas buenas a través de nuestra realidad, para producir un cambio y dar muchos frutos. Cuando estamos hasta el cuello, interviene y nos abaja, para que aprendamos» expresó Javier.
El padre prosiguió, explicando que el plan que Dios tiene para nosotros es no morir, sino que demos muchos frutos, y que si él interviene, y si se le abre el corazón, se producirá una realidad recreadora, transformadora y llena de vida: «Él nos puede transformar correctamente. uno piensa que se mantiene, pero luego se seca. En cambio, con la sencillez, grandeza y bondad de Dios es diferente. Obra siempre en lo pequeño. Por eso la imagen del grano de mostaza. Cuando uno le pide ser pequeño, da más fruto, porque la soberbia se transforma, y llegamos más lejos que lo que nos habíamos propuesto por nosotros mismos. Los que alcanzaron la santidad procedieron así, humillándose, y venciendo el orgullo del corazón con la gracia de Dios, que trabaja secretamente en nuestro interior, y que no lo vemos, pero que al recoger los frutos lo sabemos. Llegamos a ser un arbol hermoso que da muy buenos frutos»
Pidámosle a Dios que nos de la gracia de evaluarnos como es debido, en la justa medida, con la humildad y la gracia de dejar que obre en nosotros y nos permita mejorar cada día más.
Andrés Vallasciani