Iglesia San Jose
12/12/21 12:15 | Locales
El Padre Javier Perelló compartió una nueva homilía en el tercer domingo de Adviento, tiempo de preparación para la Navidad. Habló sobre el camino de la alegría espiritual del cristiano, con un pilar fundamental en la humildad y la sencillez. El ejemplo que nos ilustra en esta lectura es el de Juan el Bautista:
“Juan el Bautista era en el momento, tal vez, la única esperanza para que los que estaban desesperados hallen a Dios. La gente lo buscaba con una fuerte necesidad, aunque él aclaraba ser solo un mensajero. Con una simpleza muy grande y solamente movido por el amor a Dios, demostró que las cosas de Dios son las simples, no las lejanas. Un hombre completamente fuera de serie, y no comprendido por muchos. Pero Vivía en esa sencillez para agradar a Dios, y era irreprochable, como seguramente lo seríamos nosotros si camináramos como él, moviéndonos sólo para agradar a Dios”
Sin esperar soluciones mágicas, ni remedios inmediatos, se trata de buscar el bien para iluminar el camino, nuestro y de los demás hermanos y hermanas, de acuerdo con lo que le toca a cada uno: “Una persona que parece totalmente fuera de la realidad puede llevar el bien y la esperanza, como un simple mensajero, porque para algunos este mensaje, el de Juan, es contradictorio, porque no pueden entender cómo Dios podía hablarnos de esta manera, y por medio de este hombre tan simple. Pero la humildad de corazón es lo que se necesita. Esa simpleza de corazón, que era el camino recto y verdadero, también atraía a mucha gente”.
Para seguir el camino de preparación, no se necesitan cosas grandes ni enormes despliegues. Hay que buscar lo sencillo, lo simple, las acciones concretas que podemos realizar en nuestro día a día, conviviendo con los demás. Simplemente la humildad de corazón: “El otro debe ser capaz de seguir nuestro ejemplo en la vida, dentro de nuestra familia y en nuestra comunidad, el ejemplo de Juan es clave, que anuncia a Jesús, y que lleva a la perfección, y que también siguen María y José cuando educan a Jesús, y en cada día de su vida. Este debe ser nuestro compromiso en la sociedad. Hacer lo que debemos hacer, pero de un modo diferente”
La alegría del evangelio no viene a robarnos determinadas cuotas de felicidad. No se opone a la alegría, pero tampoco implica ausencia de problemas ni fantasías irrealizables, porque esto lleva a la frustración y al fracaso. El modo de vivir del cristiano no es solo exigencia y abnegación, sino un camino a una alegría más profunda, distinta y a veces más silenciosa.
Notilagos