Padre Javier Perelló
09/01/22 12:18 | Locales
“Contemplábamos hace poco, en la Navidad, a un niño, y ahora en su bautismo, de adulto se nos revela como hijo del Padre, y da a conocer su misión: devolvernos lo que habíamos perdido con Adán y Eva, para que ingresemos en esa hermosa comunión con Dios. Para eso se encarna. Nos muestra el llamado de cada uno de nosotros: vivir en plenitud el regalo de Dios. Este es precisamente el Espíritu Santo que recibimos en el bautismo, que nos lleva a vivir en la tierra como en el cielo, haciéndonos formar parte de la familia de los cristianos. Nos revela todo esto, y la imagen es muy bonita, porque San Lucas nos dice que mientras estaba orando, se abrió el cielo, y el Espíritu Santo descendió sobre él”
Al rezar, nos ponemos en presencia de Dios, cada uno a su modo y tiempo. A veces más, a veces menos, pero lo importante es que volvemos nuestro rostro a Dios, porque no le tenemos vergüenza ni miedo: “La oración es una forma de hablar, de expresar nuestros deseos, nuestras preocupaciones, quienes somos. Es un momento íntimo en donde cada uno es responsable de lo suyo, porque estamos solos con él. Si estamos enojados con él, se lo expresaremos con sinceridad, y si estamos contentos, igual. Si damos gracias, también se lo hacemos notar. Cada uno en su condición, con corazón unido o dividido, con pensamiento bueno o malo. Es un momento muy importante, que experimentamos de manera privilegiada, porque no sentimos otra cosa que su mirada amorosa que nos va haciendo salir del corazón todo lo que poseemos y lo que tenemos. Se abre el cielo en ese momento tan especial, en comunión con él. Nos lleva a profundizar los dramas más grandes de nuestra vida, y los problemas, aprendiendo a buscar la felicidad en el amor a los demás. A veces experimentamos la distancia, porque no se trata de decir más palabras ni de hablar más, sino de disponer el corazón hacia Dios, aunque nuestros pensamientos se dispersen, nuestro corazón solamente le pertenece a él”.
A pesar de todo, de nuestra condición, tenemos un Padre que nos mira con amor infinito. Eso es lo que aprendemos principalmente del bautismo de Jesús. Dios nos ama de manera única, intensa y particular a cada uno de nosotros. Nuestra misión consiste en ser buenos hijos, pero también en transmitir que Dios se ha hecho hombre, que se ha encarnado, que ha dado su vida por nosotros, y que habita en el corazón de cada uno de nosotros
Notilagos