Madre e hija
20/10/13 12:50 | Sociales
CUANDO SOS CHICA, MIRAS A TU madre de diferentes maneras. Con un amor inconmensurable cuando te besa antes de dormir, cuando te trae el desayuno a la cama o cuando te calienta el pijama mientras te bañas para que después no tomes frío; o cuando sin preguntar nada te abraza si te ve llorando, cuando te trae café caliente a las tres de la mañana porque estás estudiando para un examen, o cuando hace malabares con el trabajo para ir a verte en el acto escolar a las diez de la mañana.
En cada una de estas situaciones, nos sentimos felices de tener una madre presente y
pendiente de nosotras. Estamos convencidas de que estamos unidas por un vínculo incondicional y llegamos a pensar 'cuando sea madre, quiero ser como ella'. Sin embargo, también la miramos con un espanto tremendo cuando nos dice: 'Con esa minifalda no salís a la calle', 'Estas no son horas de llegar', 'No me gusta ese chico para vos', 'Porque lo digo yo y punto' o la clásica frase: 'Cuando tengas un hijo me vas a entender...'. Y en ese mismísimo instante, cuando tu madre pronuncia esa fatídica frase, ahí con toda la bronca le decís: 'Noooo, cuando yo tenga un hijo nunca le voy a decir nada de lo que vos me decís'. Entonces ella, te mira como diciendo: 'Ja, ¿ah, no? Ya te vas a acordar de mí', y sigue con sus cosas.
Durante buena parte de mi vida, creí que a las primerizas la partera les decía: 'Señora, acá está su hijo y su libro de frases de madre'. No sé si coinciden, pero al menos yo nunca escuché decir a mi padre: 'Esta casa no es un hotel' o 'Cuando tengas hijos me vas a entender'. A ellos sólo les toca repetir: 'No sé, no sé, pregúntale a tu madre'. Hasta que la profecía materna se hace realidad, muchas de nosotras creemos que jamás repetiremos esas molestas palabras, porque haberlas escuchado durante gran parte de nuestra vida fue suficiente.
Estamos seguras de que llegado el momento, otros argumentos más originales nos vendrán a la mente. ¡Pero no! Pobre de vos, pobre de mí, pobre de nosotras...
Y ahí nomas, cuando estás haciendo un esfuerzo terrible para no contestarle a tu hijo que te pregunta '¿por qué?', te sale sin que lo puedas evitar: 'Porque lo digo yo, y basta'. Entonces, en un instante, sentís que ya está, que ya caíste, que ya nada podrá detenerte.
Y ahí empezamos: 'Por favor no llegues tarde', '¿Tenes plata?', '¿Estás abrigado?', '¿Por qué te pones ese pantalón si tenes el de salir?', 'Llámame cuando llegues', 'No hables con nadie', 'Llámala a tu abuela, hace rato que no hablas con ella', '¿Tu padre sabe que no aprobaste Química?', 'Soy tu madre y puedo decirte lo que quiera', '¿Vos me viste cara de Banco Nación a mí?', '¿Comiste? ¿Seguro?', 'Cuando yo no esté, ¿me vas a valorar?', '¡Limpia tu cuarto!', '¿Estudiaste? Mira que no me clavo acá en el verano, eh*. De forma inevitable, miles y miles de frases, y miles y miles de madres en el planeta están repitiendo estas palabras, y miles y miles de hijos siguen creyendo que estas típicas oraciones vienen con las madres.
En resumen, lo más certero que se puede decir sobre ellas es que son seres indescriptibles, que pueden llevarte de la risa al llanto, en un abrir y cerrar de ojos, que pueden sacar lo peor de vos, pero también lo mejor; que te conocen a la perfección porque te parieron, porque te vieron crecer, porque aún cuando no hables o no les cuentes lo que te pasa, ya lo saben. Nadie nunca nos va a querer como ellas. Aunque te rompan los quinotos, aunque de vez en cuando te den vergüenza, aunque muchas veces, a pesar nuestro, tengan razón. Así que ¡salud! por las madres: las biológicas, las del corazón, las elegidas en la vida, las tías-madres, las madrinas-madres, las abuelas-madres y todas aquellas mujeres que han venido a este inundo con la noble misión de cuidarnos, de hacernos la vida un poco menos dolorosa. ¡Feliz día, madres queridas
Mirta María Cesar
