Para pensarlo...

Para pensarlo...

Del “qué” al “cómo”

Si por un momento sentimos la efímera pequeñez que somos, tal vez podríamos descentrarnos y ver cómo recrear el sentido de cada día que vivimos.

21/08/13 10:40 | Sociales

Basta con situarse al pie del majestuoso Perito Moreno y enmudecer con el gélido silencio; o quizás maravillarse con el rugido del Iguazú, cuando arrasa en cataratas con la indiferencia del más duro; y cómo no perder el habla con la sacudida abrupta de un gomón, en medio del mar o un baja y sube de avión en pozo de aire; sólo el mirar de la galaxia plagada de enigmas en noche estrellada basta para perdernos en esa infinitud… Desde esta perspectiva, todo nos queda grande y estremece, como el quedar casi perdidos en una muchedumbre contraria.

Es que la incertidumbre no es únicamente emergente de nuevos paradigmas científicos, sino que se instala en lo cotidiano, ya que se hace tangible la labilidad de nuestras escurridizas certezas.

Por más que se tenga opulencia material, el bienestar es efímero; por más que se concentre fama o poder se está al borde del abismo, las voluntades y conciencias no juegan ese juego todo el tiempo; por más estética en quirófanos o suplementos aditivos, la panacea de juvencia se esfuma; lo prometido se cae; lo atesorado se pierde; lo muy amado decepciona; todo todo es en devenir… y entonces?

Edgar MORIN nos dice que la condición humana no es sólo realidad pura sino que también es imaginaria. Al estudiar el pensamiento complejo sostiene que “Ya no hay orden soberano en el universo; el caos, el desorden y el azar, obligan a negociar constantemente con la incertidumbre”.

Suele decirse que el que grita no escucha ni quiere escuchar (escuchar-se), no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni más ciego que quien no quiere ver… El “quiere” puede leerse “puede”, si tomamos en cuenta que el mundo interno personal es el caudal que cada uno tiene para ver-creer-crear realidades y la cuestión es, por dónde pasa el poder de transformar la concepción, el conocimiento que tenemos y la decisión de la acción.

La fragilidad es potente al permitir ser vapuleados por las voces de turno, en la sociedad compleja y mediatizada.

Acá pienso en la “sabiduría práctica” – frónesis – para superar los “qué” o “por qué” y con esa habilidad, situarnos en el “cómo” hacer para cambiar las cosas en nuestra vida, a mejor.


En vez de la queja, el lamento o impotencia de buscar respuestas que dan vueltas sobre sí
– por qué a mí, qué hice yo para merecer esta desgracia , siempre me pasa lo mismo, todo está mal, todo es corrupción, a nadie le importa, qué se va a hacer… -

conviene abrir un camino nuevo donde el descontento por nuestra fragilidad tenga término si planeamos cómo seguir adelante: cómo voy a hacer de ahora en más, cómo busco ayuda, cómo hago para aclarar tal cosa, con quiénes me relaciono, cómo aprovecho cada momento de mi día; cómo pienso, cómo digo, cómo hago. Y estos tres “cómo” en coherencia.

Si le pregunto “cómo” al verbo, respondo con circunstanciales de modo. Ja, esa gramática de la primaria acá sirve. Según mi manera, será rápidamente, lentamente; tiernamente, violentamente; sabiamente o burdamente; capaz uso construcciones que definen con tolerancia o no; con impaciencia o no; con respeto o no; con sinceridad o no… La elección es propia y no garantiza la plenitud exitosa del resultado pero sí, la creación de mi lugar en este mundo, en esta sociedad aquí y ahora.

Ni omnipotente ni rata. Un medio con humildad. Solidario para comprender, ayudar y ayudarme. De a poco, puedo transitar los cómo hago con ganas, con entereza, siendo auténtico y sensible. Profundo y simple. Con esperanza. Con fe. Así trazo mi camino genuino.

Lo más grande está en lo más pequeño, si lo sé captar. Eso soy.

Graciela CAIOLA

Lic.en Cs. de la Educación

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