La Hazaña de Chichino
04/12/13 10:10 | Sociales
Por Poli Frigeri
Albino observaba, desde arriba de un helicóptero, con la mirada fija en algún punto remoto, la inmensidad de su querido pueblo.
Había dejado, para dedicarse al ocio y a la recreación, a cargo del negocio a un empleado de confianza: este era un personaje conocido, rubio y solía usar una trenza; atendía, como empleado de Chichino, en el negocio.
Ahora tenía mucho en qué pensar. En algún momento, en el helicóptero, alguien le aconsejó: “No te tires ahora, es peligroso”. Pero no hizo caso alguno: Se arrojó simplemente armado de su valor, y de una mochila, con un paracaídas y algunos elementos puntuales.
Él era osado, atrevido; era uno de esos casos particulares en que solamente cabe la interpretación de la aventura; era todo lo que importaba en su vida. Ver y ser visto, experimentar y ser experimentado.
Mientras caía, en picada libre, a la vez que el paracaídas amortiguó la velocidad de la gravedad, este personaje hablaba por teléfono. Pero como esto solamente le llevaba ocupada una de sus dos manos, pensó que mientras podía usar la otra para algo más. Entonces decidió introducir su mano derecha en la mochila, para sacar un par de botas de baile y un poncho, brillante y liso; tenía que asistir a un acto de festejos patrios, en donde era coordinador de baile. Pensó que si él no estaba presente, no podrían arrancar.
Mientras descendía con el paracaídas, a la vez que se calzaba sus botas, y pensaba en el color del poncho que iba a utilizar. Al mismo tiempo, hablaba por teléfono con un compañero en un programa de radio, en el que se abordaban temas en los que ellos estaban instruidos: temas como el Tc, y el Tango.
Le pidió a compañero que lo cubra durante un rato, porque iba a llegar tarde para el programa: demasiadas actividades; él tenía que estar en todas.
Antes de cortar, se refirió a su compañero como su “salvador”.
Una vez en tierra firme, se quitó el paracaídas, miró su reloj: era demasiado tarde.
Continuará…